Abuzador - Лили Рокс

Abuzador

Автор

Страниц

105

Год

2025

¿Aún mantienes la esperanza de que él cambiará? Te aseguró que sería la última vez. Que estaba agotado. Que jamás volvería a alzar la voz, ni a levantar la mano, ni a compararte con otras, ni a culparte con el mantra de “tú lo provocaste”. Y, en tu dulzura, le diste tu confianza.

Este relato se adentra en la vida junto a un abusador. Habla de las lágrimas que se deslizan en la almohada de la soledad, de los sueños desvanecidos que alguna vez te hicieron sonreír y de la constante espera de un milagro que parece inalcanzable. Es un relato sobre un sufrimiento tan arraigado que, con el tiempo, se convierte en una parte inseparable de tu ser.

Sin embargo, un día…. te despiertas en un lugar diferente. Con un ambiente renovado. Y, por primera vez, no te inquieta el sonido de sus pasos acercándose en el pasillo.

Esta es la historia de una mujer que se atrevió a romper las cadenas. Aunque marcada, sigue en pie. Y si has llegado a leer estas líneas, es porque tú también estás emprendiendo tu viaje hacia la libertad.

Postdata: este libro aborda la violencia emocional, el abuso psicológico y las profundidades del drama humano. A través de cada página, podrás encontrar no solo un espejo de tu dolor, sino también un faro de esperanza. Recuerda: la verdadera fortaleza reside en levantarse después de haber caído.

Читать бесплатно онлайн Abuzador - Лили Рокс

Capítulo 1. Mientras crees que estás loca

Desperté con un sobresalto, como si cayera al vacío. Otra vez. ¿Cuántos sueños así he tenido ya? Donde corro y el suelo desaparece. Donde alguien me sigue. Donde alguien grita, pero no entiendo las palabras, solo siento… ese ardor pegajoso, esa certeza de que hay alguien cerca. Demasiado cerca.

Me incorporé en la cama. El corazón me latía como loco, el pecho vibraba como después de una carrera. Pero no había corrido. Casi no salgo de casa. Él dice que no debería. Que no es seguro. Que el mundo se ha vuelto cruel. Que la gente es mala. Y que tengo que tener cuidado.

– ¿No dormiste otra vez? – su voz suena tranquila, incluso suave. Lo oigo en la cocina. El tintineo de la cuchara contra la taza. Lo sé: en tres minutos entrará con el café. Sin azúcar. Porque “el azúcar te altera”. Porque “después te pones nerviosa y te irritas”.

Tiene razón. A menudo estoy nerviosa. Tal vez por el azúcar. O… por intentar no equivocarme. Por mantener en mi mente todo lo que él ha dicho, todo lo que no le gusta. Cada día actualizo la carpeta mental con sus reglas.

Él entra con la taza, sonríe y me la ofrece como si nada hubiera pasado.

– Toma. Luego te cuento lo que soñé – dice, sentándose a mi lado. Su mano se posa en mi muslo —demasiado fuerte, demasiado precisa para ser un gesto de cariño. Es un ancla.

Bebo un sorbo. Amargo. Sin azúcar, como a él le gusta. Me observa mientras bebo. Sé que no dejará de mirar hasta que me termine todo. Y le dé las gracias.

– Gracias – murmuro.

Él asiente. – Así me gusta. ¿Ves? Cuando obedeces, todo está tranquilo.

Asiento. Por dentro, algo zumba. Una protesta leve, apenas perceptible. Pero la aplasto. Él tiene razón. Se preocupa por mí. Me prepara café. No grita. Hoy.

***

Estoy limpiando los estantes del salón, apretada contra el polvo, contra mi propia respiración. Ya pasé dos veces por el mueble de la tele, pero… ¿y si olvidé una esquina? No lo oigo entrar. Solo lo siento.

– ¿Esto te parece limpio? – su voz es baja. Peor que si gritara. Me sobresalto, me doy vuelta, miro donde apunta: una manchita microscópica de polvo junto al portarretratos.

– Perdón. Ahora mismo… – cojo el trapo, limpio, respiro rápido.

– ¿Te cansas cuando solo hay que hacerlo bien? Te lo he dicho: la casa debe estar en orden. ¿Es mucho pedir? – me mira como si lo hubiera traicionado. Como si lo hiciera a propósito. Siento las lágrimas subir.

Pero me contengo. No lloro. Porque él dijo: “Lloras para manipular. No lo hagas. Te veo a través.”

Se va. Oigo cómo cierra la puerta de la cocina con fuerza. Una hora después, me trae flores. Lirios. Mis favoritos. Los envuelve en una sonrisa cálida y dice:

– Sé que eres la mejor. Solo que a veces te cansas. Estoy aquí, ¿sabes? No tengas miedo.

Asiento. Y la garganta se me cierra. No de alegría. De terror, por haber vuelto a creer.

***

Él lo llama amor. Dice que su severidad es porque no sabe hacerlo de otra forma. Porque teme perderme. Porque “el mundo es demasiado sucio, y tú eres demasiado pura”.

Lo miro. Tiene manos bonitas. Uñas limpias. Se lava las manos más que yo. Dice que todo lo que hace es por mí. Quiere que sea mejor. Que aprenda a callar cuando toca. Que deje de hacer tanto ruido. Que deje de pensar que tengo talento.