No mires atrás - Лили Рокс

No mires atrás

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135

Год

2025

—¿Despertaste, eh? Parece que la vida aún guarda un secreto para ti. Tus compañeras ya están siendo devoradas por las ratas, y tú, al parecer, has sacado el número de la suerte – resonó una voz áspera, como un trueno rompiendo la oscuridad que me rodeaba. Sus palabras tenían la frialdad y la intensidad de un viento cortante, pero la mera idea de que seguía viva atravesó mi mente como una débil llama, casi extinguida.

Quise articular una respuesta, pero mi garganta ardía y las palabras que emití sonaron ajenas a mí, débiles y rasposas: —¿Dónde estoy? —afirmé, atrapada en un laberinto de confusión y miedo. En cuanto las palabras cruzaron mis labios, una potente ola de tos me invadió, como si un fuego voraz estuviera devorando mis entrañas desde el interior. Cada movimiento desencadenaba un dolor punzante, un recordatorio brutal de mi frágil existencia, y sentía cómo mi cuerpo se contraía en espasmos involuntarios, atrapado en una danza de sufrimiento.

A mi alrededor, la oscuridad parecía cobrar vida propia, susurrando secretos y amenazas. La mezcla de terror y confusión me llenaba, mientras intentaba reconstruir los fragmentos de mi memoria. ¿Qué había sucedido antes? ¿Por qué las ratas acechaban en las sombras? Cada pregunta generaba más angustia y desesperación, como si las respuestas estuvieran atrapadas en una telaraña de pesadillas. En ese instante, supe que debía encontrar la salida, no solo de este lugar, sino de la oscuridad que parecía aferrarse a mi alma.

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Algún espantapájaros pelirrojo

El café de la mañana siempre ha sido un ritual especial para mí. Y ni siquiera se trata del sabor. Es el aroma lo que me transporta a aquella época en la que realmente era feliz. Solo que entonces no lo veía así y pensaba que mi vida no tenía sentido. ¡Qué tonta fui!

Daría lo que fuera por volver a esos días en los que mi hermana y yo tomábamos café juntas, y el nuevo día traía consigo esperanza y una alegría despreocupada. Esperanza de que algún día escaparíamos. Que viviríamos en libertad. Que romperíamos esta jaula dorada y empezaríamos de cero.

Escuché pasos detrás de mí y me puse tensa al instante. Lazarev. Últimamente arrastra mucho los pies. Después del segundo derrame cerebral, se le paralizó ligeramente el lado izquierdo. No es que se le tuerza la cara, pero cuando camina, se nota perfectamente cómo se inclina hacia un lado. Anda con un bastón.

Normalmente me levanto temprano para tomar mi café sola, pero hoy él también se despertó bastante temprano.

– Buenos días, Dasha – dijo con una sonrisa forzada, y en su frente apareció una arruga de mártir. – Me alegra verte. ¿Estás de buen humor?

– Como siempre —murmuré sin mirarlo. Agarré la taza y me fui a la ventana.

Afuera estaba el jardín. Ese jardín venía cargado de recuerdos.

Involuntariamente, sonreí. Algunas escenas bonitas de repente empezaron a asomar desde la memoria.

El recuerdo más vivo era de aquel invierno, cuando jugábamos en la nieve con mi hermana y su prometido. Nos lanzábamos bolas de nieve, nos empujábamos, nos metíamos nieve por el cuello… ¡Fue tan divertido! Creo que nunca me había reído tanto en mi vida.

Después me enfermé, y Lana me cuidó.

Y claro, Lazarev la maltrató por eso. Siempre fue cruel con ella. Y yo… yo lo odié por eso desde siempre.

– ¡Dasha! – escuché como desde muy lejos. – Te estoy hablando, ¿no me oyes? ¿Estás bien?

Me giré bruscamente y lo miré.

– ¡Perfectamente! —esta vez le sostuve la mirada con descaro.

Lo obligué a bajarla.

Suspiró pesadamente y ya no se atrevió a molestarme más.

De repente, una especie de espantapájaros pelirrojo se deslizó en la cocina y me saludó alegremente, haciéndome dar un salto del susto.

No, no era fea. Al contrario, era bastante guapa…

Pero… Lazarev no reaccionó. En absoluto.

Y eso solo podía significar una cosa: él no la veía.

“Otra vez empieza… Otra vez voy a ver cosas… Otra vez la maldita locura… ¡No puedo más! ¿Por qué ellos? ¿Por qué no veo a quienes realmente quiero ver?” – todo se me atropelló en la cabeza.

La mano me tembló, y casi dejo caer la taza.

– ¿Dasha? ¿Estás bien? —Lazarev se levantó y empezó a acercarse lentamente.

Yo seguía de pie, sintiendo cómo el suelo se me escapaba bajo los pies.

– Ya se me pasará. Solo necesito… recostarme un poco. —murmuré, evitando mirar hacia la pelirroja.

– Puedo ayudarte – dijo la chica.

La miré de reojo, pero no respondí.

La vida me había enseñado a no hablar con las alucinaciones hasta estar segura de que son personajes reales en esta maldita Matrix.

Lazarev seguía sin reaccionar a su presencia.

“¡Mierda! ¿Por qué justo ahora? ¡No quiero volver a tomar esas pastillas!”

La rabia se me subía por dentro. Y de la impotencia, casi se me escapan las lágrimas.

– Veronika, sirve un poco de agua del dispensador – dijo de repente Lazarev, dirigiéndose a aquella criatura inexplicable.